A medida que el recuerdo de la pandemia mundial se difumina, es natural que la sociedad busque la normalidad y dé por cerrada la crisis sanitaria. Sin embargo, Fenaer y las autoridades sanitarias desean emitir un mensaje claro: la COVID-19 no ha desaparecido y la población no puede permitirse la relajación. El virus SARS-CoV-2 sigue circulando y evolucionando, demostrando su capacidad para propagarse a lo largo de todo el año, independientemente de los cambios estacionales, gracias a la aparición continua de nuevas variantes. Para las personas con enfermedades respiratorias crónicas, esta realidad supone una amenaza constante que requiere de una vigilancia y una protección activa.
Peligrosa despreocupación
A pesar de que los niveles de circulación han descendido en la temporada 2024-2025, la carga de la enfermedad sigue siendo significativa y con consecuencias graves. Durante la temporada anterior, 2023-2024, se estima que en España se produjeron aproximadamente millón y medio de casos de COVID-19, resultando en 49.600 hospitalizaciones y un número considerable de ingresos en cuidados críticos. Estas cifras son un recordatorio de que, aunque hayamos aprendido a convivir con el virus, este no ha perdido su potencial de gravedad.
Lamentablemente, esta sensación de falsa seguridad se ha traducido en una peligrosa disminución de las tasas de vacunación. Datos recientes de encuestas sobre la campaña 2024-2025 indican que la vacunación contra el coronavirus entre los mayores de 60 años se ha estancado, lo que nos hace más vulnerables y pone en riesgo a los grupos más frágiles, entre los que se encuentran los pacientes respiratorios.
Un virus en evolución constante
Es fundamental entender dos mecanismos del SARS-CoV-2 que hacen indispensable la vacunación periódica. El primero, su evolución constante: a diferencia de otros virus estacionales, el SARS-CoV-2 continúa evolucionando y dando lugar a nuevas variantes. Esto significa que la protección obtenida con vacunas o infecciones anteriores puede no ser totalmente efectiva contra las cepas dominantes actuales. El segundo aspecto que hay que entender es que la protección adquirida tras la vacunación o una infección previa desciende inevitablemente con el paso del tiempo, a medida que la inmunidad va decayendo.
Por estas razones, la administración de una dosis de refuerzo anual no es un exceso de celo, sino una necesidad científica. El objetivo principal de la nueva vacuna adaptada para la temporada 2025-2026 es potenciar la respuesta inmune frente a las cepas circulantes.
¿Por qué debe vacunarse un paciente respiratorio?
Las vacunas actualizadas frente a la COVID-19 siguen siendo la herramienta más eficaz para prevenir la enfermedad grave, la hospitalización y el fallecimiento. La composición se actualiza cada temporada, adaptándose a las variantes dominantes para asegurar el refuerzo de su inmunidad. Entre las recomendaciones del Ministerio de Sanidad para la campaña 2025-2026 se encuentra la de administrar dosis de refuerzo a los grupos de riesgo, destacadamente a los pacientes respiratorios, así como a las personas que presenten una inmunosupresión intensa. La vacuna puede administrarse, además, al mismo tiempo que la de la gripe u otras patologías, sin necesidad de espaciar las dosis.
Mantener la protección actualizada no solo es un acto de responsabilidad individual hacia la propia salud, sino también una acción fundamental para aliviar la presión sobre el sistema sanitario. Caer en la complacencia es un riesgo: si todavía no te has vacunado y perteneces a uno de los grupos diana, consulta con tu centro de salud o profesional sanitario y actualiza tu protección.

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